
La Comisión Europea ha designado el año 2010 como el Año europeo de la pobreza y La Exclusión Social. El objetivo de la campaña es incidir de manera decisiva en la erradicación de la pobreza.
La Unión Europea, actualmente es una de las regiones más ricas del mundo, y sin embargo, el 17% de los europeos carecen de los recursos necesarios para cubrir sus necesidades básicas necesarias. En todos los estados miembros, una parte de la población está sometida a la exclusión y a privaciones y a menudo solo goza de un acceso limitado a los servicios básicos. En el conjunto de la UE, el 19% de los niños se encuentran en riesgo de verse reducidos a la pobreza y uno de cada diez vive en hogares en los que no trabaja nadie.
La pobreza suele asociarse a los países en desarrollo. Pero la pobreza y la exclusión social también se dan en Europa. Quizás en menor medida, pero inaceptable. La pobreza y la exclusión de una sola persona equivalen a la pobreza de una sociedad en su conjunto.
Al hablar de exclusión social la definiremos como una situación de acumulación y combinación de factores de desventaja diversos, vinculadas a diferentes aspectos de la vida personal, social, cultural y política de los individuos.
Con todo esto sobre la mesa las reflexiones son numerosísimas.
Este, es un mundo global, pero lo único que se ha globalizado es la exclusión y el pensamiento único sin pararnos a pensar que estamos haciendo, donde vamos y que queremos de esta vida.
Por supuesto que no se puede ser utópico y pensar en una sociedad más igualitaria y más justa para las personas, ni ser consciente ni proteger el medio ambiente por que te pueden tachar de loco o Mesías.
En la sociedad actual se han dado unos factores para que la llama de la exclusión se avive. Transformaciones en la familia y unidades de convivencia hacen que la ruptura social sea más clara. El individualismo latente y excluyente y el aumento del número de personas mayores acrecientan la problemática.
El llamado Estado de Bienestar ha debilitado los lazos de unión entre familia, mayores y ayudas de la comunidad más próxima, como la vecindad. Estos hechos hacen que pilares básicos de ayudas primarias entre personas vayan sucumbiendo ante una sociedad individualista y desentendida.
Elementos subjetivos que aluden a la personalidad y a los sentimientos y a las relaciones humanas como el afecto, el amor, la comunicación, la confianza, la autoestima…. se van erosionando.
Tanto en los excluidos como los “incluidos” existe una perdida del sentido de la vida y una ausencia de expectativas y perdida de futuro.
El fenómeno de la exclusión social no es un episodio coyuntural y momentáneo, sino más bien un fenómeno estructural y duradero. Es importante que los individuos recobremos el sentido de la vida y superemos el vacío existencial. La exclusión social tiene un impacto muy negativo en nuestra organización social actual, siendo esta más vulnerable. Este golpe puede provocar en el cuerpo social profundas heridas, como la destrucción personal y familiar, falta de sentido de la vida, fracaso escolar, alcoholismo, drogadicción, racismo, xenofobia, desempleo, enfermedades mentales…….
Debemos ser conscientes de que todos podemos caer en situaciones de exclusión, pudiendo afectar a personas y colectivos muy diferentes. Esto no se da por supuesto de una manera instantánea, sino que sigue un proceso. El mundo de los excluidos es muy heterogéneo, complejo, incierto y desconcertante.
Esta sociedad consumista ha introducido la cultura del “usar y tirar” y esto mismo se aplica a la población. Los procesos sociales que amenazan a los excluidos van desde la persistente y creciente desigualdad social, pasando por la fragmentación social y desarraigo familiar y llegando a la destrucción personal. Solo prácticas solidarias hacen aliviar el dolor de la exclusión.
La medicina que debemos administrar, son servicios de proximidad, con presencia real, no abstractos y mecánicos. Ponerse en lugar de la otra persona, escucharla, dialogar y mostrar interés personal por el prójimo.
Las personas excluidas tienen su dignidad y por lo tanto, hay que devolvérsela. La intervención tiene que ser con sacrificio, con generosidad, con desinterés, con mucha paciencia, con mucho descentramiento de nosotros mismos, reconocer ampliamente esas vidas que están amenazadas, que nos guste o no tienen esa misma dignidad humana, con el agravante de que quizás, pese a los recursos que se dediquen, nunca salgan del infierno donde han caído.
Pese a ello hay que seguir invirtiendo en humanidad. Más allá de profesionales, proyectos y programas hay humanos y como tales, hemos de tratar a todo aquel que requiera de nuestra ayuda. Esta nueva realidad necesita una nueva intervención y un cambio de modelo. Como dicen algunos autores, hemos logrado mejorar nuestro nivel de vida pero no la calidad.
Nosotros pertenecemos a esa mínima parte de la población mundial (el 15%) que no siente la exclusión de la mayoría.
Las riquezas no se redistribuyen sino que caen en manos de unos pocos, normalmente, los más ricos.
Como nos dice Carmen Bel Adell, Profesora Titular de Geografía Humana de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia, “no se puede acceder a los contextos de exclusión con la pretensión de superioridad moral o cultural de saberlo todo o de al menos de saber lo que el otro - ese otro que por excluido es ignorado y desconocido - necesita”. También es clave para acercarse a los excluidos esta otra frase “…es necesario sustituir el corazón de piedra por un corazón de carne que sienta…”
Importante para entender el contexto de marginación-exclusión, es entender que su realidad no es leída ni interpretada como la nuestra. Debemos acceder a los excluidos simplemente con sensibilidad y empatía, sin ver las cosas desde nuestra situación integrada y normalizada. Poco a poco sin ruido, y con mucha ternura, debemos profundizar en la condición humana.
Estamos, sin darnos cuenta, ante una situación nueva como es la exclusión expresada de múltiples formas. Debemos de tener una preocupación por el otro y exigir a la Administración el cuidado y protección de la comunidad, proporcionando estructuras más justas para la vida.
Ante estas situaciones de desamparo, abandono y exclusión que vemos día a día, existen alternativas. Como las propuestas de aprendizaje de trabajo social educativo para poder integrar e incluir y detener la degradación del medio ambiente físico (de la naturaleza que nos sustenta y mantiene).
Intensificar los esfuerzos para que se cambien las prioridades presupuestarias y se persigan objetivos de erradicación de la exclusión, elaborando estrategias, promoviendo la participación de la sociedad civil organizada y un plan integral que incluya y se proponga acabar con la exclusión.
La tarea no es fácil, pues la exclusión se genera más aprisa que los medios para superarla.
Colaborador Sociedad - Solucar Magazine: Giuseppe Salino.
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